El entusiasmo que lleva la compra de un billete, la emoción de coger un avión y aterrizar en tierras lejanas para sumergirse en una cultura completamente diferente a la nuestra. Lo que una vez (y que por cierto hoy nos parece tan lejano) podía cumplirse tras haber ahorrado algo de dinero, planificar las vacaciones en el trabajo y recorrer cada sitio de vuelos y hoteles, ahora, en época de coronavirus, parece casi una utopía. Sin embargo, las restricciones impuestas por los gobiernos no han frenado la sed de exploración de millones de viajeros, que siguen soñando con el día en que finalmente podrán volver a volar.
En ausencia de la posibilidad de ir a otro país, uno debe ser creativo. Si no se puede viajar con el cuerpo, siempre se puede viajar con la mente. Como dice el bloguero de viajes italiano Gianluca Gotto: “Un viajero siempre es un viajero. Cuando vaga por el mundo, claro, pero también cuando está en casa”. ¿Cómo? Explotando nuestros sentidos. Leyendo libros de viajes, viendo películas y series ambientadas en otros lugares, escuchando música tradicional de otras partes y, finalmente, pero no menos importante, degustando los platos representativos de un país.
Este artículo se ocupará precisamente de los sabores, a través de un viaje “sabroso” que hablará de las cocinas típicas de algunos países del mundo, para ser de inspiración cuando anhelamos para los sabores exóticos.
La primera etapa del viaje, burlándonos también un poco de la situación, es China, allí donde todo empezó. El país del Dragón cuenta con una de las cocinas más grandes, complejas y antiguas del mundo. Todo se basa en el equilibrio de los opuestos: frío y caliente, los ingredientes «yin» como frutas y verduras y los ingredientes «yang» como pasta, carne y especias. El cereal principal de la cocina china es el arroz, que constituye la base de numerosos platos como noodles, ravioles, dulces e incluso vino de arroz. El plato símbolo es el chao fan(arroz frito). Probablemente el más famoso es el arroz cantonés, salteado con huevos revueltos, guisantes, carne, y al que se le añaden otros elementos según la variante elegida. El ingrediente fundamental es, sin duda, la soja, que constituye el condimento principal.
Trasladándonos a Europa, nos encontramos con uno de los pilares fundamentales del ámbito culinario y sobre todo de la repostería: la cocina francesa. Hogar de la escuela de cocina más famosa del mundo, Le Cordon Bleu, Francia cuenta con una inmensa variedad de platos típicos, que adquieren diferentes características según la región de origen. Esto hace que sea extremadamente difícil identificar un solo plato símbolo. Seguramente, si decimos quesos, vino y baguettes, parece que ya nos hemos catapultado a la sombra de la Torre Eiffel, en el Champs-de-Mars sobre una tela tirada en la hierba como en un cuadro de Manet. Quiche de todo tipo, las omelettes, los escargot, las tartas Tatin. Y luego la ratatouille, las sopas, el foie gras y el coq au vin. Son muchísimos. Entre los postres, en cambio, tenemos las crepes, el foundant au chocolat y los imprescindibles macarons, tan amados por la reina María Antonieta.
La tercera y última etapa de hoy es India, con sus colores y sus especias. Si es cierto que si decimos curry decimos India, es igualmente cierto que la cocina india es mucho más amplia de lo que se podría pensar. En primer lugar, hay una gran diferencia entre las recetas del Norte, prevalentemente a base de carne, y las del Sur, principalmente vegetarianas y más picantes. Se hace una distinción adicional según el tipo de preparación. Los platos asados en el horno se llaman tandoor, el más famoso de los cuales es el pollo tandur. Con curry o masala, indicamos en cambio todos aquellos platos estofados en una mezcla de especias y hierbas como la cúrcuma, el comino, el cilantro, el jengibre y la guindilla. Las salsas de raita y de chutney, así como el chapati, son imprescindibles. El chai, por otro lado, es el típico té con especias de India.