Han pasado 35 años desde la noche del 26 de abril de 1986, la noche de la tragedia que afectó a la central de Chernobyl y, en general, a la humanidad. Durante estos años, el hombre ha tenido que afrontar las consecuencias del desastre nuclear provocado por una prueba fallida.
No fue fácil gestionar la emergencia, incluidos los primeros auxilios y los intentos de contener y prevenir la contaminación, así como la gestión de los hospitales.
Al respecto, la OMS escribe: “Las consecuencias radiológicas y no radiológicas del accidente involucraron directa e indirectamente la vida de millones de personas en Europa. Este aniversario nos ofrece la oportunidad de reflexionar, de aprender de esas lecciones. Y una vez más, apreciar el esfuerzo heroico de quienes respondieron primero, corriendo hacia el reactor averiado y sacrificando su propia salud, en muchos casos la propia vida, para salvar la de los demás”.
Lo que estamos viviendo hoy con la pandemia de Covid recuerda en parte las dificultades que experimentó Europa por el desastre de la central eléctrica de Chernobyl, y también sobre la base de lo que el gobierno ucraniano está relanzando la solicitud para insertar la central eléctrica de Chernobyl y sus alrededores entre los sitios del patrimonio mundial.
Hoy un gigantesco arco de acero, de 108 metros de alto y 162 metros de largo, con un peso de 36.000 toneladas, cubre el reactor de la planta, gracias a la contribución de la comunidad internacional con un proyecto de 2.000 millones de euros encomendado al BERD, el Banco Europeo para la reconstrucción y desarrollo.
Axel Reiserer, director de relaciones con los medios de comunicación del BERD, lo calificó como la instalación móvil más grande jamás construida. El arco, terminado en noviembre de 2016, fue luego entregado a las autoridades ucranianas y ahora, explica Reiserer, “es el momento de planificar, acordar y llevar a cabo la siguiente fase de la obra”.
De hecho, se estima que en el interior del reactor quedaron 200 toneladas de combustible nuclear radiactivo, y que algunas partes del viejo sarcófago de la planta están comenzando a fallar. Es urgente que se retiren estas piezas, y que el trabajo se acerque al reactor, según Reiserer.
Una historia que parece pertenecer al pasado, en realidad aún está en curso, y pasará mucho tiempo antes de que podamos terminar con esta tragedia.
Hoy el turismo en la ciudad desierta de Pripyat sigue siendo muy sólido, y todavía se están realizando documentales y reconstrucciones del evento. Entonces, Kiev está relanzando la solicitud para incluir a Chernobyl en la lista de sitios del patrimonio mundial protegidos por la Unesco.
El ministro de Cultura de Ucrania, Oleksandr Tkachenko, añadió que “poner Chernobyl en la lista de la Unesco es un primer paso para hacer de este lugar un destino único de interés para toda la humanidad. La importancia de la zona de Chernobyl trasciende las fronteras de Ucrania”.
Chernobyl no es solo un sitio de interés cultural, sino también un lugar real de memoria, donde todavía recordamos a las primeras 31 víctimas del desastre, incluidos operadores de centrales nucleares y bomberos, y las miles de personas que murieron en los años siguientes, debido a las enfermedades causadas por la radiación.